jueves, 4 de agosto de 2016

Reflexiones sobre la evaluación de los aprendizajes

Dra. Zuleima Corredor
Universidad Nacional Abierta

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Por una cultura del conocimiento libre

La evaluación de los aprendizajes es uno de los puntos álgidos en educación; empleada históricamente como medio para certificar los aprendizajes obtenidos por los estudiantes en función de unos objetivos educativos previamente planteados, se ha constituido en el instrumento de segregación y discriminación escolar y social por excelencia, al dividir a los estudiantes entre “buenos y malos”, “inteligentes y torpes”, “ágiles y lentos”, “ejemplares y mediocres”…
La escuela se convierte entonces, no en el lugar donde se puede desarrollar el ser humano de manera integral de acuerdo con sus rasgos y características personales, sino en el lugar donde aprendemos, que debemos ser los mejores a toda costa; de allí que la escuela se convierte en una institución generadora de todo tipo de competencia, en la cual unos obtendrán el éxito y otros fracasarán y como consecuencia estarán destinados a ser excluidos.
Todavía hoy, en pleno siglo XXI, mientras los docentes del mundo entero se declaran constructivistas y abiertos a la diversidad, podemos observar en los colegios, cuadros de honor, en los cuales se exhiben con orgullo las excelentes calificaciones de un reducido número de estudiantes, mientras que aquellos que no logran, esos “ideales” de excelencia, van siendo emplazados a trabajar más fuerte para lograrlas,  sin tomar en cuenta  que estos niños, seguramente,  han dado su cien por ciento. Sin embargo la medida ha sido puesta fuera de su ser, la medida la establece aquel que es “el mejor”, “el más rápido”, “el más inteligente”…
Esta cultura competitiva, excluyente y estigmatizadora generada por la escuela, tiene implicaciones de suma importancia en el desarrollo personal y social de los estudiantes. De allí que resulta urgente, que de una vez por todas, la escuela, los docentes, los padres, la sociedad, comprendan su decisivo rol en la formación de los niños durante su escolaridad. Al respecto traigo a colación una cita textual de Ortega (2005), que considero muy pertinente para apoyar mi idea:

Los niños y niñas entre seis y 12 años progresan mucho en el conocimiento que tienen sobre si mismos (Secadas y Román, 1981). Pero al reconocimiento de sus capacidades y limitaciones se debe unir la permanente puesta en evaluación que reciben de la escuela y familia. Así para ciertos escolares los sentimientos de competencia e inferioridad pueden ser abrumadores. De acuerdo con la descripción clásica de Erickson (1968, 1980, 1982), sentimientos de incompetencia y de miedo a la inferioridad pueden dificultar la progresiva adquisición de independencia y autonomía que los escolares necesitan para abordar adecuadamente exigencias de la vida escolar (p. 229).


Como docentes, debemos considerar nuestra responsabilidad ineludible para contribuir a formar no solo niños con unos conocimientos en matemáticas, en lectura, en escritura, en ciencias, en historia… sino que debemos contribuir a formar ante todo, seres humanos integrales, psicológicamente sanos, alegres, colaboradores, socialmente integrados y respetuosos de la diversidad presente en las aulas de clases.
Me viene a la mente esta reflexión justo ahora que acaba de culminar el año escolar en nuestro país, ya que aunque nuestro sistema educativo, al menos nominalmente, se haga llamar constructivista y aunque en educación básica se hayan cambiado los odiosos números por letras, en el fondo, la práctica de la evaluación continua siendo segregadora, positivista, orientada a los resultados, y profundamente competitiva. De manera que al final de cada año escolar tendremos dos escenarios posibles: el de los ganadores y el de los perdedores.
Al respecto Ortega (2005) plantea “El éxito y el fracaso escolar resultan componentes importantes de la autoestima, porque afirman o niegan el valor cognitivo y social, y proporcionan criterios de evaluación para la autoestima personal” (p. 230).
De manera que no podemos perder de vista el primero de los fines de la educación plasmado en la Ley Orgánica de Educación (2009): Desarrollar el potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de su personalidad…
En este post quisiera reflexionar acerca de lo que debe ser la evaluación educativa, como elemento de gran trascendencia en el desarrollo de los procesos de enseñanza aprendizaje. Para lo cual me permito presentar un cuadro comparativo de lo que es y lo que debería ser; hacía donde debería tender nuestra acción docente en el escenario mundial actual de apertura a la diversidad. Me apoyaré en algunas de las ideas de Cullen y Pratt (1999) y Martín (2006):

LA EVALUACIÓN EDUCATIVA
Lo que es
Lo que debe ser
Su fin último es certificar el logro o no de los objetivos por parte del estudiante.
Su fin es recopilar información sobre el progreso del alumnado.
Informa mediante calificaciones numéricas o literales la actuación del estudiante en un momento dado.
Informa sobre los avances y dificultades que se evidencian en diferentes momentos del desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Se caracteriza por utilizar como único método la aplicación de pruebas estandarizadas o informales.
Además de aplicar pruebas, se utiliza la observación del educando en diversos contextos, entrevistas con los padres, entrevistas con el alumnado.
Se enfoca en el resultado, de allí que se destaca la importancia de la calificación.
Se enfoca en el proceso realizado por el estudiante y en la detección de fortalezas y necesidades de apoyo.
Sirve para medir y ubicar al estudiante de acuerdo al puntaje obtenido.
Sirve para conocer el progreso del estudiante, la pertinencia de la planificación educativa, la calidad y pertinencia de las actividades y  recursos utilizados, valorar la actuación del docente, incorporar mejoras y proporcionar las ayudas requeridas por los estudiantes.
Se limita a medir el ámbito estrictamente académico.
Valora al educando de manera integral: desarrollo físico, desarrollo personal y social, intereses, motivaciones, valores.
Generalmente se realizan pruebas de papel y lápiz.
Se emplean múltiples técnicas: pruebas, debates, exposiciones, proyectos grupales, trabajos individuales.
Controles evaluativos discontinuos
Evaluación continua
El efecto de la evaluación suele ser estresante y negativo para el estudiante.
El efecto de la evaluación es constructivo, ya que es parte integral de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Sobrevaloración de la memoria
Valoración de conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes.
Paradigma positivista , racionalista, eficientista
Paradigma interpretativo

¿Cómo podemos mejorar nuestras prácticas evaluativas?



Ahora bien, una vez diferenciado el ser del deber ser,  ¿qué pasos podemos dar los docentes para trascender desde este modelo positivista, segregador y estéril, hacia un modelo de evaluación constructivo, inclusivo y enriquecedor?
1.    Concebir la evaluación como elemento esencial del proceso de aprendizaje, de este modo podremos detectar prontamente dificultades, problemas o necesidades de apoyo de cualquier alumno en un momento dado y aportar las soluciones necesarias.
2.    Adecuar la forma de evaluación a la tarea y al tipo de aprendizaje, no todos los objetivos pueden ser evaluados del mismo modo.
3.    La evaluación debe ser concebida como algo positivo por el estudiante, de allí que deban eliminarse todo tipo de pruebas en las que se emplean las famosas “conchas de mango” (para hacer caer a los estudiantes), preguntas rebuscadas o ambigüas; todo con la finalidad de aumentar las probabilidades de éxito y mejorar la confianza del estudiante en sí mismo y en sus capacidades.
4.    Utilizar diferentes tipos de pruebas en diferentes momentos del proceso de aprendizaje que proporcione información fiable del progreso o de las dificultades que pudieran presentarse.
5.    Valorar al estudiante no solo en lo cognitivo y académico sino integralmente, destacar sus fortalezas en la relación con los demás, en su propia forma de ser, en la vivencia de los valores, en la actitud positiva que demuestra.
6.    Comunicar permanentemente acerca del progreso del estudiante. No debe dejarse para el final del lapso o del corte, debe informarse al alumno y a los padres de manera continua sobre los logros que se van generando y también sobre las dificultades, para que se puedan tomar a tiempo, conjuntamente con el personal de los diferentes servicios con que cuenta la institución (orientadores, psicólogos, docentes especialistas, psicopedagogos) las decisiones necesarias para proporcionar al alumnado las ayudas requeridas.
7.    Del punto anterior se deriva que no podemos evaluar a todos los educandos del mismo modo. Aquí entra en juego entonces el tema de las adecuaciones curriculares. Una vez que hemos detectado dificultades en el alumnado, debemos atenderlas. De allí que por ejemplo, si un alumno por cualquier dificultad no puede trabajar rápidamente, pues adecuamos y en lugar de colocar 10 ejercicios de suma, le colocamos 5. La pregunta es ¿Qué estoy evaluando? ¿La adquisición de competencias matemáticas o la velocidad con que las resuelven? ¿Qué me está pidiendo el currículo velocidad o dominio de la suma?
8.    Ya que el estudiante es el centro del proceso de aprendizaje, se le debe explicar, qué es lo que no ha podido realizar correctamente, dónde están los fallos. Ayudarle a comprender en qué aspectos requiere fortalecerse, para que pueda modificar su actuación.
9.    Propiciar suficientes oportunidades para practicar y demostrar sus avances.
10. Debemos además recordar que no solo los niños integrados, o con alguna discapacidad, o necesidades educativas especiales requieren ayudas. Todos los niños, en cualquier momento pudieran requerir apoyos especiales para avanzar, de allí que debemos estar muy atentos.

Todo lo dicho hasta ahora nos permite concluir, que es posible y necesario, que como docentes modifiquemos nuestros paradigmas frente a la evaluación. Para lo cual es necesario que propiciemos oportunidades de éxito y acompañamiento, más que de fracaso y estigmatización; más colaboración y participación y menos competencia; más valoración de la diversidad y menos uniformidad y normalización.


Referencias
Cullen, B., y Pratt, T. (1999). Medir e informar sobre el progreso de cada alumno. En: Stainback, S., y Stainback, W. (1999). Aulas inclusivas. Madrid: Narcea (195-216).
Ley Orgánica de Educación. (2009). Caracas.
Martín, Q. (2006). Organización y dirección de Centros Educativos innovadores. El centro educativo versátil. Madrid: McGrawHill.
Ortega, R. (2005). Psicología de la enseñanza y desarrollo de personas y comunidades. México: Fondo de Cultura Económica.

Cómo referenciar este post:

Corredor, Z. (04-08-16). Reflexiones sobre la evaluación de los aprendizajes. [Mensaje de blog] Recuperado de https://difuna.blogspot.com/2016/08/algunas-reflexiones-sobre-la-evaluacion.html


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