Dra. Zuleima Corredor
Universidad Nacional Abierta
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Por una cultura del conocimiento libre
La evaluación de los aprendizajes es uno de los
puntos álgidos en educación; empleada históricamente como medio para certificar
los aprendizajes obtenidos por los estudiantes en función de unos objetivos
educativos previamente planteados, se ha constituido en el instrumento de
segregación y discriminación escolar y social por excelencia, al dividir a los
estudiantes entre “buenos y malos”, “inteligentes y torpes”, “ágiles y lentos”,
“ejemplares y mediocres”…
La escuela se convierte
entonces, no en el lugar donde se puede desarrollar el ser humano de manera
integral de acuerdo con sus rasgos y características personales, sino en el
lugar donde aprendemos, que debemos ser los mejores a toda costa; de allí que
la escuela se convierte en una institución generadora de todo tipo de
competencia, en la cual unos obtendrán el éxito y otros fracasarán y como
consecuencia estarán destinados a ser excluidos.
Todavía hoy, en pleno siglo
XXI, mientras los docentes del mundo entero se declaran constructivistas y
abiertos a la diversidad, podemos observar en los colegios, cuadros de honor,
en los cuales se exhiben con orgullo las excelentes calificaciones de un
reducido número de estudiantes, mientras que aquellos que no logran, esos
“ideales” de excelencia, van siendo emplazados a trabajar más fuerte para
lograrlas, sin tomar en cuenta que estos niños, seguramente, han dado su cien por ciento. Sin embargo la
medida ha sido puesta fuera de su ser, la medida la establece aquel que es “el
mejor”, “el más rápido”, “el más inteligente”…
Esta cultura competitiva,
excluyente y estigmatizadora generada por la escuela, tiene implicaciones de
suma importancia en el desarrollo personal y social de los estudiantes. De allí
que resulta urgente, que de una vez por todas, la escuela, los docentes, los
padres, la sociedad, comprendan su decisivo rol en la formación de los niños
durante su escolaridad. Al respecto traigo a colación una cita textual de Ortega
(2005), que considero muy pertinente para apoyar mi idea:
Los
niños y niñas entre seis y 12 años progresan mucho en el conocimiento que
tienen sobre si mismos (Secadas y Román, 1981). Pero al reconocimiento de sus
capacidades y limitaciones se debe unir la permanente puesta en evaluación que
reciben de la escuela y familia. Así para ciertos escolares los sentimientos de
competencia e inferioridad pueden ser abrumadores. De acuerdo con la
descripción clásica de Erickson (1968, 1980, 1982), sentimientos de
incompetencia y de miedo a la inferioridad pueden dificultar la progresiva
adquisición de independencia y autonomía que los escolares necesitan para
abordar adecuadamente exigencias de la vida escolar (p. 229).
Como docentes, debemos
considerar nuestra responsabilidad ineludible para contribuir a formar no solo
niños con unos conocimientos en matemáticas, en lectura, en escritura, en
ciencias, en historia… sino que debemos contribuir a formar ante todo, seres
humanos integrales, psicológicamente sanos, alegres, colaboradores, socialmente
integrados y respetuosos de la diversidad presente en las aulas de clases.
Me viene a la mente esta
reflexión justo ahora que acaba de culminar el año escolar en nuestro país, ya
que aunque nuestro sistema educativo, al menos nominalmente, se haga llamar
constructivista y aunque en educación básica se hayan cambiado los odiosos
números por letras, en el fondo, la práctica de la evaluación continua siendo
segregadora, positivista, orientada a los resultados, y profundamente
competitiva. De manera que al final de cada año escolar tendremos dos
escenarios posibles: el de los ganadores y el de los perdedores.
Al respecto Ortega (2005)
plantea “El éxito y el fracaso escolar resultan componentes importantes de la
autoestima, porque afirman o niegan el valor cognitivo y social, y proporcionan
criterios de evaluación para la autoestima personal” (p. 230).
De manera que no podemos
perder de vista el primero de los fines de la educación plasmado en la Ley
Orgánica de Educación (2009): Desarrollar el potencial creativo de cada ser
humano para el pleno ejercicio de su personalidad…
En
este post quisiera reflexionar acerca de lo que debe ser la evaluación
educativa, como elemento de gran trascendencia en el desarrollo de los procesos
de enseñanza aprendizaje. Para lo cual me permito presentar un cuadro
comparativo de lo que es y lo que debería ser; hacía donde debería tender
nuestra acción docente en el escenario mundial actual de apertura a la
diversidad. Me apoyaré en algunas de las ideas de Cullen y Pratt (1999) y
Martín (2006):
LA EVALUACIÓN
EDUCATIVA
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Lo que es
|
Lo que debe ser
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Su
fin último es certificar el logro o no de los objetivos por parte del
estudiante.
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Su
fin es recopilar información sobre el progreso del alumnado.
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Informa
mediante calificaciones numéricas o literales la actuación del estudiante en
un momento dado.
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Informa
sobre los avances y dificultades que se evidencian en diferentes momentos del
desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
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Se
caracteriza por utilizar como único método la aplicación de pruebas
estandarizadas o informales.
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Además
de aplicar pruebas, se utiliza la observación del educando en diversos
contextos, entrevistas con los padres, entrevistas con el alumnado.
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Se
enfoca en el resultado, de allí que se destaca la importancia de la
calificación.
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Se
enfoca en el proceso realizado por el estudiante y en la detección de
fortalezas y necesidades de apoyo.
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Sirve
para medir y ubicar al estudiante de acuerdo al puntaje obtenido.
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Sirve
para conocer el progreso del estudiante, la pertinencia de la planificación
educativa, la calidad y pertinencia de las actividades y recursos utilizados, valorar la actuación del
docente, incorporar mejoras y proporcionar las ayudas requeridas por los
estudiantes.
|
Se
limita a medir el ámbito estrictamente académico.
|
Valora
al educando de manera integral: desarrollo físico, desarrollo personal y
social, intereses, motivaciones, valores.
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Generalmente
se realizan pruebas de papel y lápiz.
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Se
emplean múltiples técnicas: pruebas, debates, exposiciones, proyectos
grupales, trabajos individuales.
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Controles
evaluativos discontinuos
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Evaluación
continua
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El efecto de la evaluación suele ser
estresante y negativo para el estudiante.
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El
efecto de la evaluación es constructivo, ya que es parte integral de todo el
proceso de enseñanza y aprendizaje.
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Sobrevaloración de la memoria
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Valoración
de conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes.
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Paradigma positivista , racionalista,
eficientista
|
Paradigma
interpretativo
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¿Cómo podemos mejorar nuestras prácticas evaluativas?
Ahora
bien, una vez diferenciado el ser del deber ser, ¿qué pasos podemos dar los docentes para
trascender desde este modelo positivista, segregador y estéril, hacia un modelo
de evaluación constructivo, inclusivo y enriquecedor?
1. Concebir
la evaluación como elemento esencial del proceso de aprendizaje, de este modo
podremos detectar prontamente dificultades, problemas o necesidades de apoyo de
cualquier alumno en un momento dado y aportar las soluciones necesarias.
2. Adecuar
la forma de evaluación a la tarea y al tipo de aprendizaje, no todos los
objetivos pueden ser evaluados del mismo modo.
3. La evaluación
debe ser concebida como algo positivo por el estudiante, de allí que deban
eliminarse todo tipo de pruebas en las que se emplean las famosas “conchas de
mango” (para hacer caer a los estudiantes), preguntas rebuscadas o ambigüas; todo
con la finalidad de aumentar las probabilidades de éxito y mejorar la confianza
del estudiante en sí mismo y en sus capacidades.
4. Utilizar
diferentes tipos de pruebas en diferentes momentos del proceso de aprendizaje
que proporcione información fiable del progreso o de las dificultades que
pudieran presentarse.
5. Valorar
al estudiante no solo en lo cognitivo y académico sino integralmente, destacar
sus fortalezas en la relación con los demás, en su propia forma de ser, en la
vivencia de los valores, en la actitud positiva que demuestra.
6. Comunicar
permanentemente acerca del progreso del estudiante. No debe dejarse para el
final del lapso o del corte, debe informarse al alumno y a los padres de manera
continua sobre los logros que se van generando y también sobre las dificultades,
para que se puedan tomar a tiempo, conjuntamente con el personal de los
diferentes servicios con que cuenta la institución (orientadores, psicólogos,
docentes especialistas, psicopedagogos) las decisiones necesarias para proporcionar
al alumnado las ayudas requeridas.
7. Del
punto anterior se deriva que no podemos evaluar a todos los educandos del mismo
modo. Aquí entra en juego entonces el tema de las adecuaciones curriculares.
Una vez que hemos detectado dificultades en el alumnado, debemos atenderlas. De
allí que por ejemplo, si un alumno por cualquier dificultad no puede trabajar
rápidamente, pues adecuamos y en lugar de colocar 10 ejercicios de suma, le
colocamos 5. La pregunta es ¿Qué estoy evaluando? ¿La adquisición de
competencias matemáticas o la velocidad con que las resuelven? ¿Qué me está
pidiendo el currículo velocidad o dominio de la suma?
8. Ya
que el estudiante es el centro del proceso de aprendizaje, se le debe explicar,
qué es lo que no ha podido realizar correctamente, dónde están los fallos.
Ayudarle a comprender en qué aspectos requiere fortalecerse, para que pueda
modificar su actuación.
9. Propiciar
suficientes oportunidades para practicar y demostrar sus avances.
10. Debemos
además recordar que no solo los niños integrados, o con alguna discapacidad, o
necesidades educativas especiales requieren ayudas. Todos los niños, en
cualquier momento pudieran requerir apoyos especiales para avanzar, de allí que
debemos estar muy atentos.
Todo
lo dicho hasta ahora nos permite concluir, que es posible y necesario, que como
docentes modifiquemos nuestros paradigmas frente a la evaluación. Para lo cual
es necesario que propiciemos oportunidades de éxito y acompañamiento, más que
de fracaso y estigmatización; más colaboración y participación y menos
competencia; más valoración de la diversidad y menos uniformidad y
normalización.
Referencias
Cullen, B., y Pratt, T.
(1999). Medir e informar sobre el progreso de cada alumno. En: Stainback, S., y
Stainback, W. (1999). Aulas inclusivas. Madrid:
Narcea (195-216).
Ley Orgánica de Educación.
(2009). Caracas.
Martín, Q. (2006). Organización y dirección de Centros
Educativos innovadores. El centro educativo versátil. Madrid: McGrawHill.
Ortega, R. (2005). Psicología de la enseñanza y desarrollo de
personas y comunidades. México: Fondo de Cultura Económica.
Cómo referenciar este post:
Corredor, Z. (04-08-16). Reflexiones sobre la evaluación de los aprendizajes. [Mensaje de blog] Recuperado de https://difuna.blogspot.com/2016/08/algunas-reflexiones-sobre-la-evaluacion.html
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Corredor, Z. (04-08-16). Reflexiones sobre la evaluación de los aprendizajes. [Mensaje de blog] Recuperado de https://difuna.blogspot.com/2016/08/algunas-reflexiones-sobre-la-evaluacion.html
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